Publicado: 2021-07-09
Mientras en el fujimorismo ven cada vez menos posibilidades de revertir la derrota en la segunda vuelta, en Perú Libre empiezan a asimilar que en menos de veinte días serán gobierno. Si bien parece inevitable que Pedro Castillo encontrará un país polarizado y un Congreso dispuesto a confrontar desde el primer día, integrantes de su partido no parecen dispuestos a abandonar una de las iniciativas más polémicas de su campaña, el de una nueva Constitución. En esta entrevista, Alonso Gurmendi, abogado especializado en derecho internacional enfocado en derechos humanos, analiza las repercusiones que este ambicioso proyecto de la izquierda tendría en el Perú.
- Luego de muchos años en los que Chile era considerado el ejemplo a seguir en Sudamérica, el reclamo popular por una nueva constitución se impuso. ¿Es un error que se realice este cambio?
- No creo que sea un error para ningún país iniciar, mediante mecanismos constitucionales y democráticos, el cambio de las reglas que aplican a su pacto social. Lo que sí me preocupa es que no se siga el ejemplo chileno, en donde lo que se está viendo es el resultado de un largo proceso participativo, democrático y conseguido en luchas sociales que empiezan institucionalmente en el gobierno de Michelle Bachelet. No es el único formato que se puede seguir, pero es un buen ejemplo. El problema sería ignorar su historia y plantear los resultados del mismo en el Perú como si no hubiera necesidad de ese proceso de plantear un proyecto constituyente y hacer cabildos.
- ¿Entonces no son las protestas de 2019 las que dan inicio al pedido de una nueva Constitución?
- Esto etapa del proceso chileno es catapultado por las protestas y violaciones a los derechos humanos que hicieron ver que el pacto social chileno no daba para más. Pero creo que el proceso de la izquierda chilena de convencer al país que una nueva Constitución era necesaria es más largo que las protestas y es más participativo que el planteado en Perú. Porque la primera propuesta de constituyente en Chile nace luego de un gobierno popular y exitoso de Bachelet y se realizan cabildos abiertos para preguntar qué se debe cambiar. Mientras que, en el Perú, hasta el día de hoy, a pesar que el cambio de Constitución es una propuesta constante de la izquierda, todavía no sabemos qué cosa quieren cambiar y cuáles son las garantías para no terminar con una más conservadora y hasta más libertaria de lo que es la actual.
- ¿Se está forzando la idea de la nueva Constitución como un pedido popular?
- Hubo una encuesta en la que se muestra que los peruanos quieren cambios en la Constitución y, en la mayoría de casos, para temas de corrupción. Sí hay una vocación de cambio. Durante la pandemia, se ha demostrado que hay algo en el pacto social peruano que debe cambiar. La discusión es qué es y no hemos hecho el trabajo de averiguarlo. Además, hay cosas que, aunque la gente quiera cambiar, no se debería, como es el caso de los derechos fundamentales. Necesitamos mayor diálogo nacional para saber qué cosa queremos. Creo que no es un pedido de todo el Perú que el presidente pueda crear empresas estatales por decretos supremos, pero sí es un pedido nacional que Essalud y los hospitales públicos den buena salud, los colegios públicos ofrezcan buena educación y la policía no abuse de su autoridad. Hay voluntad de cambios pero debe ser canalizada por mecanismo legítimos.
- ¿Los cambios requieren una nueva Constitución o se pueden realizar mediante reformas?
- La idea de una nueva Constitución está un poco mitologizada en el discurso peruano y se cree que solamente puede haber una nueva si se invoca al poder constituyente, se hace una asamblea constituyente y se diseña una nueva constitución. Ese es un mecanismo, es el que está usando Chile, y es un mecanismo legítimo siempre y cuando haya procedimientos democráticos para implementarlo, no como se hizo en Venezuela. Pero hay otros mecanismos. Por ejemplo, la reforma constitucional argentina de 1994 creo una constitución en esencia nueva, pero sobre la base de lo que debía ser preservado del texto original. Se le llamó un proceso de reforma que incluyó una constituyente, pero con una ley previa que señalaba cuáles son los puntos que se deben cambiar y los que deben mantenerse. Entonces, esta idea de que solo se puede lograr una nueva Constitución a través de la constituyente me parece equívoco y un discurso político que no es necesariamente cierto.
- Si se sigue adelante con el proceso para una nueva Constitución en este contexto, ¿podría ocurrir que, en los próximos años, surjan nuevos pedidos de cambio al no existir consenso con respecto a los puntos que se plantean en este momento?
- Actualmente, existe un reclamo de un sector de la población, principalmente de izquierda, que plantea que la Constitución es ilegítima por obvios motivos, fue producto de un golpe de estado, hubo un referéndum fraudulento y no cuenta con la legitimidad democrática suficiente, pero esa es una visión limitada. Porque tiene un origen antidemocrático, pero es también la Constitución bajo la que se metió preso a Alberto Fujimori, le negó un indulto y de la cual se ha borrado su firma. Hoy, existe una discusión sobre una Constitución cuyo origen es, sin duda alguna, autoritario y creo que también ocurrirá si, guardando las diferencias entre la que quiere Castillo y la de 1993, lo que se hace es, al ver que no se tienen los votos para plantear una reforma desde el poder constituido, no tienen los votos del Congreso y tampoco hubieron cabildos abiertos porque los resultados no son los que quieren, saltarse esos obstáculos para lograr el resultado que buscan. Me parece evidente que, en ese contexto, será vista como ilegítima por un sector de la población. Si se busca una Constitución intachable, no se pueden saltear los pasos ni hablar del Congreso como obstáculo para cambiarla.
- ¿Por qué la izquierda insiste en la búsqueda de una nueva Constitución?
- El caballito de batalla de la nueva Constitución es políticamente útil porque es abstracto. No tienes que comprometerte a mucho para pedir ese cambio. Creo que nadie va a negarle las credenciales progresistas a Steven Levitsky y él dice que quizá el camino de la constituyente no sea la panacea que creen. No entiendo por qué la izquierda progresista está tan confiada que Perú, un país tan conservador, va a poder lograr tener una Constitución progresista y económicamente de izquierda a través de una constituyente democrática. Mi principal problema con la constituyente es el temor a que podamos terminar suprimiendo derechos humanos, porque no creo que hayan los consensos necesarios para protegerlos. Más bien, veo una constituyente que busca justicia económica y, si eso se hace acosta de restricciones a los derechos humanos, pues la justicia económica es la base de la justicia social y, por lo tanto, están dispuestos a pagar ese precio. No entiendo por qué están tan confiados pensando que eso no va a ocurrir.
- ¿La Constitución actual limita demasiado a un gobierno de izquierda?
- Hay una visión mitológica sobre la Constitución de 1993, porque, para la izquierda, tiene la reputación de ser libertaria. Considero que permite bastante libertad de acción. Las normas no tienen un contenido determinado y cambia porque su fraseo es indeterminado. La Constitución ha ido cambiando mucho en su identidad. Incluso la economía social de mercado plantea permite bastante flexibilidad para tener libre mercado y balance macroeconómico a la vez de un sector público grande. Le reserva al Estado la acción en salud, infraestructura, educación, seguridad y una serie de temas donde la subsidariedad no aplica. Entonces, salimos con lecturas textualistas, como cuando Pedro Francke habla del principio de trato nacional, cómo puede ser posible que se equipare la inversión nacional y la inversión extranjera. Eso no existe en ninguna parte del mundo. Bueno, pero ese texto está interpretado por el Tribunal constitucional de una forma bastante estrecha a tal punto que basta leer cualquier tratado de libre comercio en el Perú para ver todas las listas de disconformidad porque los capitales peruanos sí están sujetos a restricciones que los benefician. Todas esas visiones literales que dicen que la Constitución de 1993 es absolutamente libertaria en gran mayoría de los casos se trata de una mala lectura.
- ¿Pedro Castillo podría cumplir con las expectativas que ha generado con la Constitución actual?
- Si quiere empresas públicas creadas con facilidad, con la Constitución de 1993 no va a poder. Porque para eso requiere que el Congreso pase una ley y la izquierda quiere que lo haga el presidente a través de un decreto. Personalmente, creo que es bueno que crear empresas publicas sea difícil. Si lo que Castillo quiere es poder manejar la pandemia, la Constitución actual permite suficiente flexibilidad y lo que habría que cambiar son las normas de interpretación.
- Una de las principales críticas de la izquierda la Constitución es que no protege el derecho a la educación y salud pese a incluirlo, ¿cómo se podría garantizar la protección a estos derechos?
- Me parece una lectura muy literal de lo que dice la Constitución. Siempre terminamos en estas discusiones sobre si la Constitución usa la palabra exacta, porque dice garantiza pero no reconoce o que debe proteger pero no implementar. Esa es una forma inadecuada de leer una norma legal. El contenido de las normas legales no es determinado y, cuando la Constitución habla del derecho a la salud y derecho a la educación, esos derechos existen. Hay un problema de interpretaciones demasiado literales, porque buscan sustentar el reclamo que con la Constitución no se puede hacer nada, pero yo creo que eso no es cierto. Se puede hacer bastante si uno trata.
- ¿Pedro Castillo insistirá con esta propuesta?
- Como la política peruana está pensada en que hay dos equipos, y estos se retrotraen a sus tribus, es imposible encontrar consensos. Entonces, la política nacional se reduce a ver que tu equipo le gane al otro y eso es una receta para la inestabilidad. No sé si Pedro castillo va a ser exitoso o no con su idea de la una constituyente en que el Congreso es un obstáculo. No sé si tiene un solo plan, porque por un lado está el de Guillermo Bermejo y por otro el de Castillo. Pero sí es bastante probable, casi inevitable, que si ese plan se pone en marcha el resultado va a ser más inestabilidad de la que se enfrentó durante el gobierno de Martín Vizcarra.
- ¿Pero Pedro Castillo no estaría traicionando a sus votantes al haber hablado del cambio de Constitución durante su campaña?
- Lo que debe es iniciar el proceso de una forma participativa, democrática y responsable. La nueva Constitución debe ser el objetivo del gobierno de Castillo y no la primera acción. Hay un proceso para averiguar qué es lo que queremos cambiar y cómo lo queremos cambiar. Ese es un proceso que tiene que durar años, como ha durado en Chile y en todos los países que lo han hecho de manera democrática. No es algo que deberíamos tener como objetivo de acá a cien días. La única forma de sacar adelante esto en tres meses es de una forma ilegítima.
- ¿La izquierda peruana está interesada en emprender este proyecto a largo plazo?
- Esto (estar en la presidencia) es lo que han querido durante los últimos veintiún años, tienen el poder para hacerlo y no quieren que se les escape. Veo esa desesperación de hacer la constituyente porque al fin tienen el poder. No quiero presumir que no hay interés en hacer las cosas bien, pero creo que hay preocupación en esto salga porque es una oportunidad única que no se va a volver a repetir. Yo diría que tengan calma. Si el gobierno de Pedro Castillo es responsable en manejar estos llamados al cambio y logra hacer las transformaciones sociales que el Perú necesita, esta no será una oportunidad único sino que otra fuerza progresistas podría ganar las próximas elecciones, quizá Verónika Mendoza, y continuar con los planes. La izquierda tiene que creerse su victoria y que puede hacer un gobierno que les permita mantener un control de la presidencia por formas democráticas.
- ¿Por qué la derecha peruana no ve la oportunidad de una nueva Constitución favorable a implementar cambios que vayan acorde a sus ideales?
- Porque esa derecha sabe que su dogma es difícil de vender en un país que ve servicios públicos no reaccionan. Hay una voluntad de la población de hacer cambios económicos que esa derecha libertaria y conservadora no quiere. Si van a decir que no hay ningún cambio por hacer y que la gente no la está pasando mal por un cuadro del Banco Mundial que dice que la situación es buena , eso es difícil de vender. Lo que debería hacer la derecha es reconocer que en el Perú se necesitan cambios y empezar a plantear cuáles son esos cambios que se necesitan y que quizá no sean que el Ejecutivo deba poder crear una empresa por vía de un decreto supremo sin ninguna supervisión del Congreso. Creo que ese sería un mensaje más fácil de vender.
- ¿Por qué vemos una derecha que busca imitar a países como Estados Unidos que no promueven un cambio de Constitución y a la izquierda haciendo lo mismo con casos como el de Chile?
- Me disgusta bastante ver que nuestra derecha e izquierda tienen esta especie de libro santo. O seguir el de Karl Marx o el de Friedrich Hayek, en donde la ideología traza el camino para adaptar a la realidad. El Perú es su propia realidad y tiene que trazar sus propios caminos. Eso es algo que no hay mucha voluntad de cambiar por el mismo hecho que la epistemología, la persecución del conocimiento, todavía está bastante colonizada y se cree que un determinado pensador es mejor por ser extranjero. Eso persiste en la educación peruana. No tenemos mecanismos para descolonizar la producción de nuestro conocimiento.