#ElPerúQueQueremos

Paranoia y negación

Publicado: 2020-05-13


Cuando se decretó la cuarentena, allá por la quincena de marzo, parecía que el temor a un virus desconocido que venía cobrando miles de vida a nivel mundial iba a lograr la unión de un país que, durante décadas, fue estirando las brechas económicas y denominó normalidad a la desigualdad. La precariedad de la salud y educación pública, que en estas circunstancias eran innegables ante los ojos de todo el Perú, parecían los principales puntos a tratar en la agenda para cuando la pandemia esté controlada y que el consenso al respecto era absoluto.

No obstante, el paso de las semanas y el agravamiento de la situación del país, que a la fecha es el segundo con más casos de Coronavirus en Sudamérica, no terminó por fortalecer este pensamiento sino que , poco a poco, se volvió a defender y naturalizar la desigualdad. Quizá el principal punto de quiebre de lo que parecía ser la unión de todos los peruanos fue cuando el Ejecutivo deslizó la idea de un impuesto a las grandes fortunas, que luego mutó en un posible impuesto a quienes registraban ingresos por más de diez mil soles mensuales y, finalmente, quedó en el olvido ante los reclamos de los sectores más acaudalados del Perú.

Como el sector que posee las grandes fortunas no representa un porcentaje significativo de la población, la forma de negarse a colaborar con la población más afectada por estos dos meses de cuarentena fue alegando que se trataba de una estrategia comunista y que el gobierno de Martín Vizcarra era una dictadura que castigaba al próspero. Al tratarse de una país en donde los principales medios son de derecha y la clase política tiene una estrecha relación con el empresariado, el efecto fue el esperado por los poseedores de las grandes fortunas.

Pero este nuevo capítulo en que la alta sociedad peruana hizo uso de su blindaje no fue el único. El pasado fin de semana empezó a circular en las redes un fragmento del programa ´Aprendo en casa´ en donde se contaba sobre las variedades de castellano que se hablan en el territorio nacional y cómo algunos grupos de poder estigmatizaban a quienes no se expresaban como ellos. La reacción de la élite no fue otro que pedir explicaciones al Minedu ante lo que consideraban un ataque hacia los ricos. Por supuesto, al igual que en el caso del impuesto, el discurso para el público no podía entenderse como una amenaza para que no se metan con ellos y optaron por acusar al gobierno de querer ideologizar a los niños y hasta se pudo leer a una comunicadora decir que el programa era diseñado por remanentes del senderismo.

Ante este tipo de situaciones es imposible no preguntarse si esta clase social que accedió a la mejor educación realmente podría creer que una dictadura comunista consiste en un impuesto a las grandes fortunas en tiempos de emergencia nacional y hablarles a los estudiantes sobre el racismo y el clasismo. Lo más probable es que la respuesta sea no y solo busquen crear paranoia para negar lo que es una realidad, como el caso del racismo y clasismo, y una necesidad, como ocurre con los impuestos.

Este discurso de paranoia y negación fue peligroso en toda época y negativo en la búsqueda de una sociedad con más oportunidades. Pero es más grave en este momento de la humanidad en que, tras la pandemia, hará falta que cada país se replantee la manera en que se han manejado y se produzcan cambios importantes. Hoy, cuando hay aproximadamente mil camas UCI para más de treinta millones de peruanos y un respirador artificial por cada cien mil habitantes, se puede decir con seguridad, cuestionar la estructura de nuestra sociedad es un tema inevitable e impostergable.

No podemos saber cuándo exactamente se vencerá a esta pandemia ni cómo evitar que ocurra algo similar en el futuro, pero en un país con menos población olvidada y empujada a la vulnerabilidad seguramente estaremos mejor preparados para afrontar ese desafío. Empezar a cuestionar a los grupos de poder y hablar de la diversidad que existe en el Perú puede parecer poco pero es un excelente comienzo para construir un nuevo país.


Escrito por

Cristian Rebosio

25 años / Comunicador / Lima, Perú / Twitter: @crebosio95


Publicado en