El crimen de Solsiret Rodríguez ha conmocionado al país. No solo por los detalles macabros de su asesinato sino por la incapacidad de las autoridades en el trato que le dieron a la investigación del caso. Generalmente, cuando ocurren este tipo de tragedias irremediables lo que se suele esperar es que este hecho marque un punto de quiebre para la sociedad y se produzcan cambios para evitar que volvamos a escuchar este tipo de historias en un futuro. No obstante, las reacciones al asesinato de Solsiret no invitan a creer que la situación en el Perú cambiará.

Lejos de buscar justicia para la memoria del Solsiret o para que su familia pueda encontrar algo de paz, las reacciones de un gran sector de la población han sido de una bajeza nauseabunda. Porque, casi apenas se supo que una de las personas involucradas en este crimen era una mujer, un sinnúmero de hombres salió con una especie de orgullo o superioridad moral a casi celebrar que el principal sospechoso no haya sido un hombre.

Lamentablemente, para quienes anhelamos un mejor país, las reacciones no se limitaron a esa siniestra celebración. Además, este grupo de hombres también aprovechó para intentar invalidar los reclamos de las feministas y de las agrupaciones que marchan bajo la bandera de 'Ni una menos'. Aunque parezca difícil de creer, mientras todavía se realizaban las investigaciones, se podían leer comentarios que pretendían restarle peligrosidad al machismo y negaban la ola de violencia de género que sigue siendo un flagelo en el Perú.

Es muy probable que las nuevas generaciones no compartan este pensamiento miserable y retrógrado, pero mientras tanto se tiene que admitir que las mujeres en el Perú están en peligro. No solo por la incapacidad de la policía que las tendría que proteger o los agresores que andan sueltos sino por ese grupo de hombres que permanece agazapado buscando excusas para silenciar a aquellas mujeres que alzan sus voces contra los abusos y brindan la contención que las autoridades no saben darle a las víctimas.