¿Y la dictadura?
En la edición dominical de La República, el columnista Marco Sifuentes explicaba que una de las razones por las que el fujimorismo tuvo una dramática baja de popularidad en las recientes elecciones comparadas con las que se realizaron en 2016 fue que dejaron de representar una posición 'anti-establishment' y esto quedaba expuesto cuando los medios con más espectadores les daban tribuna casi a diario incluso cuando los fujimoristas la usaban para mentir.
Lo que comenta Sifuentes describe a la perfección una enorme contradicción entre el discurso del fujimorismo y sus acciones. No obstante, y pese a que ser una bancada con muchos menos congresistas que en 2016 les podría resultar conveniente para retomar la imagen 'anti-establishment' que querían proyectar, el partido de la familia Fujimori se sigue consolidando como el representante de los intereses de la clase empresarial que busca facilitadores en el Legislativo.
Porque no solo se puede ver que los medios más vistos, leídos y escuchados del país le siguen dando un lugar muy importante a los voceros del fujimorismo, incluso por encima de los cinco partidos que obtuvieron más votos en las elecciones del 26 de enero, sino que hasta están sumando más aliados para que defiendan su cada vez más inverosímiles afirmaciones.
Esta semana se conoció que Jaime Bayly volvería a la televisión nacional en un canal que no es muy popular pero que le da lugar a aquellos que repiten la pobre argumentación del fujimorismo, como es el caso del programa de Rafael Rey y Barba Caballero o el de Phillip Butters. Esto debe llevar a que nos preguntemos ¿qué clase de dictadura no solo mantiene a sus opositores en los medios sino que hasta permite que salgan al aire más programas opositores?
El fujimorismo no solo ha mostrado que están lejos de representar el sentir 'anti-establishment' sino que sus intentos por culpar a una inexistente dictadura de su irremediable fracaso son cada vez más burdos.