A menos de dos semanas de las elecciones, la denuncia por violencia de género contra Daniel Mora, candidato del Partido Morado, ha causado una gran conmoción en la política peruana. En especial porque el partido de Julio Guzmán era considerado como una alternativa progresista comprometida con la lucha por la igualdad. No obstante, que esta denuncia se hiciera de público conocimiento expuso una verdad incómoda.

Mientras que algunos intentaban minimizar la denuncia por tratarse de un personaje de la alta sociedad que ha estudiado en la Universidad de Lima y en el extranjero, otros prácticamente negaban la violencia de género debido a que, en una publicación de Facebook, la esposa de Mora elogiaba su carrera política.

Ambas reacciones demuestran que a nuestra sociedad le falta tomar conciencia sobre las verdaderas dimensiones de la violencia machista que no conoce barreras. Es absurdo pensar que pertenecer a los más exclusivos círculos sociales y haber sido educado en los más costosos colegios y universidades evitará que la persona desarrolle un comportamiento machista y agresivo.

Además, intentar minimizar la gravedad de la denuncia alegando que la esposa lo perdonó es pasar por alto que las generaciones pasadas de mujeres fueron educadas para ser sumisas a los deseos del hombre, tolerar la violencia física, psicológica y económica, y hasta se consideraba que eso era una muestra de compromiso y amor a la familia.

La violencia de género es un mal que finalmente la sociedad empieza a condenar, pero se tiene que hacer sin restarle importancia dependiendo de la condición social, la formación o el desenlace del matrimonio. Haya ocurrido una o veinte veces debe ser repudiado sin medias tintas.