El pueblo ha sido víctima, una vez más, del clasismo tan arraigado en nuestra sociedad. Esa absurda forma de pensar que vincula inmediatamente a toda persona que pertenece a la alta sociedad con la honestidad, moral y ética. Pese a que abundan casos que demuestran lo errados que están quienes piensan de esta manera, hasta el presidente Martín Vizcarra ha caído en esta grave equivocación.

En esta oportunidad quien demuestra que pertenecer a los más exclusivos círculos sociales de la sociedad limeña no es garantía de probidad es Francesco Petrozzi, el actual ministro de cultura. Pese a que un sector de la política peruana le dio una nueva oportunidad tras su colaboración con el fujimorismo y hasta se celebraba su renuncia a la bancada de Fuerza Popular como si se tratase de un hijo pródigo que era incapaz de colaborar con los corruptos y las mafias, el excongresista no ha hecho otra cosa que demostrar que su cambio de posición política se debió únicamente a una estrategia oportunista y no debido a conflictos éticos.

Esta semana, Petrozzi vuelve a verse involucrado en una situación crítica y, lejos de ofrecer explicaciones razonables, termina complicando al gobierno. Martín Vizcarra tiene que prescindir de los servicios de este improvisado político que se acomoda a la situación que se presenta pensando únicamente en él mismo o terminará manteniendo en el gabinete a un posible infiltrado que no dudará en traicionarlo apenas reciba una mejor oferta.