Transporte en crisis
Un país con ciudadanos sin conciencia de clase difícilmente logrará convertirse en un referente de la región o salir de una crisis, porque la incapacidad de entender los retos que afronta cada grupo dependiendo de su situación socioeconómica hace que para los gobernantes sea muy complicado encontrar soluciones que permitan un crecimiento parejo sin ganarse el repudio de quienes se encuentran en una situación privilegiada. Pero si quienes carecen de conciencia de clase son los políticos que están en el poder, no queda ninguna esperanza en conseguir un mejor país.
Lamentablemente, el Perú sigue siendo preso de una detestable ideología que se resume en la frase "la gente es pobre porque quiere" y con la que se pretende culpar al individuo de las desigualdades que el Estado no ha podido solucionar, y la clase política no está exenta de este pensamiento. Si bien existe un sinnúmero de ejemplos de esto, el más reciente se ha podido observar en las reacciones tras las recientes protestas de los colectiveros. Un sector de la sociedad limeña intentó responsabilizar a quienes hacen uso de este transporte informal por las dificultades que afronta la Municipalidad de Lima.
Es ahí donde sería necesario que tanto los políticos como la población comprendan las dificultades que la mayoría afronta en su vida diaria. Si existe un considerable número de personas que hacen uso de los colectivos se debe a que el transporte público registra un importante déficit en lo que respecta a número de unidades y vías exclusivas. Resulta sencillo culpar al ciudadano común y pedirle que a su agotadora jornada laboral le sume más horas abordo de un bus o que haga un sacrificio económico, que la mayoría no está en condiciones de realizar, y se mude cerca a su centro de labores.
La prioridad de las autoridades debe ser mejorar la calidad de vida de la mayoría y para ello un sistema de transporte público eficiente es indispensable. Los sacrificios se les tienen que exigir a quienes están en una situación privilegiada y no al trabajador que cumple con una jornada agotadora o al estudiante que viaja durante horas para ir a la universidad. Si se quiere mejorar el transporte en la ciudad es clave priorizar el transporte público por encima de quienes usan vehículos particulares.