El congreso de los ricos
Es difícil imaginar un congreso peor que aquel que dejó de sesionar a finales de setiembre. Los discursos de aquellas agrupaciones que dominaron el parlamento durante los últimos tres años han perdido efecto producto de la traición a quienes los votaron en 2016 y terminaron de darle la razón a quienes los veían como una amenaza desde antes de las elecciones. Sin embargo, el futuro político del Perú podría estar libre del fujiaprismo y el blindaje a sus socios, pero expuesto a una nueva mayoría que también esté desconectada de las prioridades del pueblo peruano.
Las recientes encuestas para las elecciones que se realizarán en enero han revelado que la población peruana, hasta el momento, tiene preferencia por partidos como Acción Popular y el Partido Morado. Ya sea por la desconfianza que transmiten los partidos improvisados, el deseo de impedirle al fujimorismo tener mayoría o la buena imagen de la que gozan algunos de los candidatos invitados por las agrupaciones que ocupan los primeros lugares en las encuestas, lo cierto es que al país se le viene un Legislativo con una clara tendencia de centroderecha. No obstante, al revisar algunas de las prioridades de esta supuestamente renovada clase política resulta difícil creer que nuestro país experimentará grandes cambios.
El retorno de la bicameralidad, privilegios para la inversión privada, proteger la continuidad del modelo económico actual y nuevos procedimientos para que las mineras logren realizar sus proyectos, son las principales propuestas de aquellos partidos que a dos meses de las elecciones se postulan como favoritos. Los mismos que además han dejado de lado las ideas progresistas como la defensa del enfoque de género o la igualdad de derechos. No hace falta ser un experto en economía o sociología para notar que estas propuestas no tendrán una repercusión significativa en la vida del ciudadano común y básicamente garantizan la continuidad.
Si bien el expulsar al fujimorismo, aprismo y sus aliados no es un logro menor porque representa un duro golpe a la corrupción que veía en ellos a sus representantes, una clase política que no prioriza solucionar los problemas de las clases sociales más afectadas por la desigualdad difícilmente sea la solución que el Perú necesita y más temprano que tarde nos conducirá a una convulsión social como la que viven otros países de la región.