Durante largos años el fujimorismo usó uno de los capítulos más dolorosos de la historia del Perú, ese que quedó marcado por el terrorismo, para justificar su presencia en la política. Alegaban que solo ellos podían evitar que lo ocurrido entre los ochentas y noventas se vuelva a repetir. No obstante, el paso de los años demostró que la amenaza terrorista de la que tanto hablaban los integrantes del partido de Keiko Fujimori no era real y que en verdad solo se trataba de una vil estrategia de campaña que también les servía para desviar la atención cuando el fujimorismo era cuestionado.

Pero como el fujimorismo se rehusaba a desaparecer de la política nacional hizo falta un nuevo psicosocial y es ahí donde encajó a la perfección el mito de una invasión chavista. Una afirmación amparada en desinformación y 'fake news' que no solo ha sido útil para el partido de la familia Fujimori sino que ha sido la excusa perfecta para que un sector de empresariado pueda justificar su apoyo a los partidos más cuestionados como se puede evidenciar en las recientes declaraciones de millonario Dionisio Romero.

Sin embargo, como toda mentira, el paso de los años puso en evidencia a quienes la repetían y ni el gobierno al que se calificó como representante del régimen de Hugo Chávez, el de Ollanta Humala en 2011, mostró un modelo económico distinto al que le agrada a los defensores del neoliberalismo y la centroderecha. Con ello se prueba que, al igual que en el caso del terrorismo, la amenaza chavista no es otra cosa que una falsedad usada por quienes se alían con la corrupción y necesitan de alguna afirmación que genere escándalo, los posicione como el mal menor y evite que de indague en las sociedades turbias que se forman detrás de estas agrupaciones o alianzas autodenominadas antichavistas.

Hoy, el chavismo es una amenaza fantasma. No hay posibilidades reales de la llegada del chavismo al Perú y las encuestas demuestran que ni siquiera existe la posibilidad de un gobierno o mayoría parlamentaria de un partido con ideología socialista. Lo que sí representa una verdadera amenaza es la continuidad de una clase política y empresarial dispuesta a todo tipo de patrañas con tal de seguir aferrados al poder.