Sociedad apolítica o indolente
Con el anuncio de una nueva Constitución para Chile se vuelve innegable que las multitudinarias manifestaciones realizadas en el país del sur han marcado un momento histórico para Sudamérica. Las protestas, que muchas veces eran descalificadas y consideradas una pérdida de tiempo, han demostrado su efectividad cuando todo un pueblo está unido y que ni la más brutal represión los puede silenciar.
El mensaje que ha dado Chile definitivamente ha repercutido en las clases políticas que gobiernan en el continente. Ha surgido un mayor respeto hacia las necesidades de la mayoría, se vuelve innegable que estas deben ser escuchadas no solo durante las campañas electorales y que los modelos económicos deben mostrar sus efectos positivos en la vida diaria del ciudadano común en lugar de los fríos números de un resumen elaborado por economistas.
Sin embargo, y aunque no sorprende demasiado, el Perú es uno de los pocos lugares en donde el mensaje parece no haber llegado y, lejos de valorar la lucha del pueblo chileno, esta se ve desde un lugar apolítico y egoísta. Prueba de ello es lo ocurrido tras la cancelación del partido amistoso entre la selección nacional y su par de Chile.
En lugar de valorar la decisión tomada por los jugadores chilenos que optaron por no jugar en apoyo a la situación que atraviesa su patria, la Federación Peruana de Fútbol (FPF) emitió un comunicado con un tono de crítica hacia los chilenos y Juan Carlos Oblitas, director deportivo de la FPF, calificó como inconcebible la cancelación. Además, en la prensa deportiva la manera de abordar el tema no fue distinta y el periodista Eddie Fleischman se centró en menospreciar el reclamo de los chilenos y dando a entender que eran vándalos mientras el exfutbolista Flavio Maestri trataba de hacerle entender la situación que padecía la mayoría.
Si bien nuestro país no es responsable de la situación que atraviesa Chile, una muestra de empatía y solidaridad con los millones de chilenos que están luchando y las víctimas de estas largas semanas de protestas no costaba nada. Pareciera que en el Perú los cambios están prohibidos y quienes viven en una situación de privilegio son incapaces de mirar lo que pasa fuera de su círculo social.