Pocas cosas son más injustas para un ser humano que ser hijo de un delincuente. Porque terminan siendo ellos, los que jamás eligieron el camino de lo ilícito, quienes son señalados por la sociedad y estigmatizados para siempre por acciones que no cometieron. Sin embargo, también existen casos en que los hijos terminan fungiendo de defensores de los indefendibles actos de sus progenitores motivados quizá por las comodidades que disfrutan y que obtuvieron gracias a la inmoral trayectoria de sus padres. Este último pareciera ser el caso de Carla García y Mijael Garrido Lecca.

La hija del expresidente aprista no ha hecho otra cosa que usar sus redes sociales para convertirse en una especie de 'fujitroll' y menospreciar la opinión de la mayoría de peruanos con respecto al fujimorismo y el partido de Alan García. Además, intenta inútilmente limpiar la imagen del exlíder aprista. Como ocurrió días atrás cuando minimizó que Martín Vizcarra inaugure un centro de salud mental y comparó la importancia de esta obra con la de un mini gimnasio. Paradójicamente durante el gobierno de García las inauguraciones de centros de salud fueron muy cuestionadas ya que muchas veces eran una fachada y los médicos no contaban con los implementos necesarios.

Una situación similar vive Mijael Garrido Lecca, el hijo del exministro aprista Hernán Garrido Lecca involucrado en diversas investigaciones por corrupción. A diferencia de la hija de García Pérez, Mijael marcó distancia del aprismo cuando daba sus primeros pasos en la televisión y no tenía problemas en referiste a la situación legal de su padre al que no intentaba excusar. Sin embargo, en los últimos meses, casualmente cuando las investigaciones de Odebrecht llegaron a un punto más álgido, el conductor de televisión se volvió un férreo crítico de Vizcarra, constantemente menospreciaba la postura de la mayoría de peruanos, llegó a comparar el proceder de la justicia con el fascismo y se mostraba muy condescendiente con los fujiapristas que entrevistaba.

Obligar a que los hijos paguen las cuentas asumidas por los padres siempre parecerá injusto, pero en este caso en que los hijos acabaron convertidos en unas repetidoras de las justificaciones de políticos nada transparentes las críticas son totalmente apropiadas. Mijael y Carla voluntariamente decidieron pagar esas cuentas.