Este jueves llegó a las salas de cine 'La revolución y la tierra', filme sobre la reforma agraria aplicada por el militar Juan Velasco Alvarado durante el siglo pasado. Un filme que relata un hecho tan determinante en la historia del Perú que desde antes de su estreno ha sido objeto de polémicas.

Si bien es saludable para el país que se analicen y debatan los capítulos pasados de la historia para rescatar lo positivo y no repetir errores, resulta lamentable leer y escuchar los argumentos de los descendientes de los hacendados de aquella época. Estos defensores de las acaudaladas familias que poseían grandes terrenos han caído en una mezcla de ignorancia y crueldad. Porque, para los nietos o bisnietos de los hacendados, las tierras, inexplicablemente, les pertenecían a ellos desde un principio. Con ello pasan por alto que terminaron siendo dueños de estos terrenos producto de una entrega arbitraria post guerra entre Perú y Chile con un país en una situación poco favorable.

Pero lo más grave es que pretenden minimizar y hasta negar los abusos que se cometían contra los campesinos y se escudan en que quienes trabajaban la tierra no la hicieron más productiva tras la reforma agraria como si eso justificara las aberraciones cometidas por los terratenientes. Por supuesto que analizar lo ocurrido en esa época será beneficioso para el futuro, pero bajo ninguna circunstancia se puede justificar el cruel accionar de los poseedores de las tierras antes de la reforma que claramente era necesaria para que el peruano recupere su dignidad y libertad.