¿A quién no le produjo una mezcla de vergüenza ajena e ira escuchar a la fujimorista Esther Saavedra vociferar expresiones xenófobas contra los venezolanos? o aquella oportunidad en que el Perú se enteró que para la presidenta de la Comisión de Educación, Tamar Arimborgo, el enfoque de género producía cáncer y sida, y cuando el pastor Julio Rosas pretendía que el país se maneje acorde a la Biblia. Sin duda la ignorancia es lo que está detrás de esos personajes protagonistas de los episodios más lamentables en la historia del parlamento.

No obstante, considerar que el problema del recientemente disuelto congreso fueron los semianalfabetos e ignorantes, como lo sostiene el escritor Mario Vargas Llosa, es quedarse con la parte más superficial del origen de la crisis política. Porque lo cierto es que quienes propiciaron este desagradable presente no son precisamente semianalfabetos sino personas con trayectoria y estudios en las mejores universidades del Perú y hasta del mundo.

La clase política que le asfaltó el camino a la corrupción para que esta se impregne en las instituciones está dominada por personas que tuvieron acceso a la mejor educación y es por ello que relacionar falta de estudios con corrupción simplemente es un acto clasista que no resuelve los problemas de la política peruana ni sirve para separar a los buenos de los malos.

Recordemos que Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski y Alejandro Toledo pasaron por prestigiosas universidades del extranjero y eso no les impidió aliarse con la corrupción. Si tenemos en cuenta a los integrantes de Confiep la tendencia empeora. Es que han sido los más acaudalados y preparados quienes más daño le hicieron al país.