La peor crisis política en la histórica del Perú, es la manera en que algunos describen el presente. Para otros, estamos ante una oportunidad inmejorable para ponerle punto final a un capítulo oscuro de nuestra historia que no se pudo cerrar del todo a inicios del milenio con la caída de Fujimori y tras la crisis generada por el Apra. Sin embargo, lo único cierto es que hasta el momento toda la energía parece puesta en el final de una clase política y casi nada de atención para garantizar un futuro más prometedor.

Porque, aun cuando los actuales congresistas estén imposibilitados de postular para la reelección, los partidos políticos habilitados para formar parte de unas hipotéticas elecciones en 2020 son los mismos que han compuesto el actual congreso. Con ello se estaría obligando de manera indirecta a que las nuevas generaciones de aspirantes a un puesto en el parlamento deban pactar con los partidos tradicionales.

Los jóvenes peruanos no han heredado el letargo ni la resignación de aquellas viejas generaciones que veían en la política un mal necesario, irrecuperable y condenado. Ellos están dispuestos a tomar las calles el día y a la hora que sea, y esto es algo que debemos aprovechar. Pero para ello se requiere la apertura a la formación de nuevos partidos políticos que les permitan a quienes representan el futuro del país agruparse con personas que tengan ideales en común y no deban negociar sus principios con los partidos históricos habilitados a participar de los comicios electorales o marginarse del activismo político.