Es muy difícil olvidar ese 19 de diciembre del 2016. No habían pasado ni seis meses de la llegada de Pedro Pablo Kuczynski a Palacio de Gobierno y su situación era tan inestable que se vio obligado a aceptar la invitación para reunirse con Keiko Fujimori y negociar un cese al fuego. Los constantes golpes de la bancada de Fuerza Popular, el mediocre trabajo de los integrantes de la bancada oficialista y la falta de carácter combativo de Kuczynski habían llevado al país a la situación que justamente se pretendía evitar con la elección del candidato de Peruanos Por el Kambio, que el fujimorismo tome el control del país.

Quizá esa foto del ahora expresidente de rodillas en la capilla dentro de la vivienda de Cipriani fue la mejor representación de lo que ocurrió en dicha reunión. Ignorando la voluntad de la mayoría de sus votantes, a partir de esa fecha Kuczynski adoptó una postura complaciente con el fujimorismo. No obstante, Fuerza Popular, siguiendo las órdenes de Keiko, no controló sus ambiciones y ni el indulto a su líder histórico evitó que el mandato de PPK tenga el final que todos conocemos.

Luego de dos años y medio, la invitación a una reunión entre el Ejecutivo y quién controla el Legislativo vuelve a sobrevolar el aún complicado clima político. Esta vez quien la realiza es el presidente del congreso, Pedro Olaechea, y no es en nombre de un partido político sino de toda una generación que se rehúsa a aceptar su fracaso y el descontento que generan en la mayoría de peruanos.

Sin embargo, y pese a lo debilitada que se encuentra la actual clase política, que esta reunión sea probablemente la última oportunidad del fujimorismo, aprismo y sus aliados para mantenerse en el poder al menos hasta 2021 hace que la amenaza sea mayor. Lejos estará de ser una charla amistosa que buscará puntos en común y se aproximará más a una negociación. Dependerá de Martín Vizcarra mantener su posición con respecto a la reformas políticas y adelanto de elecciones, y no realizar concesiones que luego lo podrían llevar a terminar, al igual que PPK, de rodillas ante el poder de un congreso tomado por el fujiaprismo.