La calidad de la educación peruana lleva años siendo cuestionada y presentando un sinnúmero de falencias. Sin embargo, no quedan dudas que lo propuesto por los congresistas de Acción Republicana representará un enorme retroceso y estancará a la educación en un modelo obsoleto.

Lo que plantea Pedro Olaechea, y sus colegas de bancada, es que los estudiantes reciban educación religiosa y moral acorde a las creencias de los padres y que todo material educativo sea supervisado por los padres de familia. Obviamente esto supondrá un nuevo golpe a la aplicación del enfoque de género que tanto rechazo causa en los homofóbicos, machistas y fanáticos religiosos, quienes usan la palabra moral para ocultar lo que en realidad son prejuicios.

Este proyecto no solo es un problema porque los colegios peruanos se siguen prestando para ser centros de reclutamiento para las iglesias y se impone una creencia sin darle la oportunidad al niño o niña de elegir con lo que se sienta identificado sino porque supone un grave riesgo en la búsqueda de una sociedad más tolerante. Lamentablemente las generaciones más antiguas crecieron rodeados de prejuicios con respecto al género, orientación sexual y temas raciales. Por lo tanto, dejar en manos de padres que han naturalizado lo peor del pasado repercutirá de manera negativa en la formación de una sociedad más igualitaria.

Es momento de replantearse la forma en que la educación es vista. Los colegios deben ser lugares en donde se desarrollen las habilidades de los estudiantes, se fomente el juicio crítico y se impartan conocimientos. Pretender que los centros educativos tengan como finalidad convertir al estudiante en un ser sin personalidad propia que sea una copia del padre es una visión errónea y desfasada.