Está próximo a tratarse en el Congreso la paridad de género en política y, como era de esperarse, han aparecido varios analistas, políticos, empresarios y hasta periodistas a criticar esta medida y restarle importancia. No obstante, la argumentación por parte de estos opositores se basa en un panorama fatalista. Nos ponen ante el peor escenario posible en el cual suponen que las mujeres que ingresarán a la política no estarán calificadas y su desempeño será mediocre.

Por supuesto este pobre argumento no hace más que evidenciar una actitud que está muy arraigada al ser humano que es el miedo al cambio. En especial por parte del sector que históricamente ha estado del lado favorecido y que en este caso serían los hombres y aquellas mujeres que pertenecen a un privilegiado círculo social.

Pensar que alentar la participación femenina en la política perjudicará inevitablemente el nivel del Legislativo no se diferencia mucho de lo que se creía décadas atrás cuando se aprobó que la mujeres pudieran votar en las elecciones y un gran sector que se oponía colocaba afiches en los que sugerían que eso supondría una dictadura de las mujeres y que el hombre quedaría marginado a las tareas domésticas.

Algo similar ocurrió cuando se permitió que las mujeres accedan a estudios superiores. La historia, y no sólo del Perú, muestra que siempre el ser humano he tenido miedo al cambio pero eso no debe llevarnos a desistir en el intento de tener una sociedad más igualitaria. El voto femenino y la apertura de las universidades para las mujeres no destruyeron nuestra sociedad. Al contrario, gracias a ello se dieron grandes aportes y, sin lugar a dudas, la paridad de género no será la excepción y enriquecerá la política peruana.