"Lo único que recibí a cambio fue una serie de críticas, porque yo fui, quizá, un poco soñador, que quiso cambiar el país", fue una declaración que se escuchó el día martes en el Congreso. No se trataba de una nueva versión del famoso discurso "Yo tengo un sueño" de Martin Luther King ni parte de un diálogo de una telenovela dramática. Quien lo dijo fue Pedro Chávarry, exfiscal de la Nación, durante su defensa en lo que fue una jornada vergonzosa en la que terminó siendo blindado.

La razón por la que vale la pena resaltar esas declaraciones de Chávarry es porque ejemplifica a la perfección el constante maltrato al que los congresistas tienen sometido al pueblo durante cada interpelación, comisión o sesión de debate en el pleno. Personajes como Chávarry, en lugar de mostrar arrepentimiento, toman una actitud desafiante y mediante un discurso histriónico intentan justificar lo indefendible y hasta se permiten usar su tiempo para aportar a la defensa de Keiko Fujimori y Alan García. Claro que lo hacen porque saben de antemano que al final contarán con el apoyo de un grupo como el fujimorismo que tiene los votos necesarios para salvarlo más allá de su deficiente defensa.

Lamentablemente, no hay esperanzas en que este panorama cambie hasta 2021 cuando tengamos nuevas elecciones si es que no ocurre un muy saludable cierre del Congreso. La situación ha llegado a un punto en que el Legislativo hará todo lo posible por ponerle trabas a la justicia y cuidar a quienes son sus cómplices sin siquiera tratar de disimularlo. Lo único que le queda al pueblo peruano es mostrar su repudio mediante marchas que hagan imposible de ocultar la posición de la mayoría con respecto a estos casos de corrupción pero principalmente se debe tomar nota de los nombres de aquellos congresistas que destinan sus esfuerzos a entorpecer a la justicia para nunca más permitirles ocupar un cargo en el Estado.