Como era de esperarse, tras la presentación de la Cuestión de confianza por parte del presidente Martín Vizcarra, los políticos de la vieja guardia no tardaron en aparecer en los medios tratando de alarmar a la población con los clásicos psicosociales. Una de las advertencias que realizaban estos personajes, que con una participación activa o su indiferencia permitieron que la corrupción se instale en nuestro país, era que la confrontación entre el Ejecutivo y Legislativo iba a repercutir muy negativamente en nuestra economía y la imagen del Perú ante otros países.

Si bien esto se trata de una exageración, es imposible negar que un eventual cierre del Congreso sí tendría un impacto en la economía por la inestabilidad que podría reflejar. Aunque vale la pena aclarar que no sería tan grave como algunos políticos tratan de hacerlo ver. Sin embargo, también nos debemos preguntar lo siguiente: ¿Qué cambio importante no tiene un costo?

No podemos pretender que se realice una refundación de la clase política peruana sin cambios drásticos que inevitablemente tienen un costo. Aunque sea difícil aceptarlo, actualmente el Perú es un país enfermo de corrupción y, del mismo modo que una persona con una enfermedad grave necesita de un tratamiento pese a los efectos secundarios, nuestro país ha llegado a un momento clave en su historia en la que debe someterse a ese tratamiento porque el riesgo de proyectar inestabilidad es un costo mucho menor a la enfermedad que es la corrupción enquistada en la política peruana.

A inicios del presente milenio, los peruanos tuvimos la oportunidad de renovar la política nacional pero fue justamente debido a ese temor a los cambios drásticos que unos años después volvimos a ver al aprismo y fujimorismo ganando poder nuevamente pese a que estos dos grupos habían sido los principales responsables de la crisis de finales de los años noventa. Los peruanos no sólo tenemos que apoyar al Ejecutivo al momento de confrontar con el fujiaprismo sino que debemos ser conscientes de la importancia de afrontar los efectos secundarios de esta renovación y permanecer convencidos de la importancia del costo del cambio.