La dramática situación que vive el pueblo venezolano ha despertado la solidaridad de varios países sudamericanos que han recibido a los miles de migrantes y para ello fue clave la predisposición de los gobiernos al facilitarles los permisos de trabajo. Sin embargo, lo que no sería de gran ayuda es que los países de Sudamérica avalen la intervención extranjera como solución a los problemas de Venezuela.

Si bien la situación en el país todavía gobernado por Nicolás Maduro es insostenible, la desesperación no debería llevar a que se considere que la injerencia por parte de Estados Unidos tendrá consecuencias positivas y sería mucho peor si esto ocurre con la aprobación o el silencio de los países del Grupo de Lima que están próximos a reunirse en nuestra capital este viernes.

La historia ha demostrado que las intervenciones de Estados Unidos aprovechando las crisis de otros países o inventando una posible amenaza terrorista terminan teniendo consecuencias negativas para los países intervenidos y no hay razones para creer que en esta oportunidad será diferente. Si bien el gobierno norteamericano alega que su motivación es la restauración de la democracia en Venezuela, este argumento se desarma rápidamente cuando se recuerda que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, no se caracteriza por tener una actitud solidaria hacia los latinos y ha ignorado crisis en otros países de la región.

Lo que estamos presenciando por estos días es una lucha entre Estados Unidos y Rusia para ver quién tiene mayor influencia sobre una nación sudamericana y de esta disputa el único y gran perdedor será el pueblo venezolano. Es por ello que Perú debería alzar su voz durante la reunión del Grupo de Lima e intentar que se respete la soberanía de los países de la región.

Venezuela merece ser libre de todo aquel que hoy busca aprovecharse de ellos. Merecen estar libre del régimen de Nicolás Maduro, de la intervención por parte de Rusia y del oportunismo de Estados Unidos.